1/8/16

Milagros Santa Rosa

Dos milagros que se conocen en la tradiciones peruanas de Santa Rosa de Lima

 El gallito de Santa Rosa
Santa Rosa y el gallo

La madre de nuestra santa criaba con mucho mimo un gallito que, por lo extraño y hermoso de la pluma, era la delicia de la casa. Enfermó el animal y postróse de manera que la dueña dijo: –Si no mejora, habrá que matarlo para comerlo guisado. Entonces Rosa cogió el ave enferma y acariciándola dijo: –Pollito mío, canta de prisa, pues si no cantas, te guisa. Y el pollito sacudió las alas, encrespó las plumas y muy regocijado soltó un ¡Quiquiriquí!




 Los Mosquitos de Santa Rosa


Cruel enemigo es el mosquito cuando revolotea haciendo imposible el sueño. ¿Qué reposo para leer o escribir si lo interrumpe el animalejo?
No hay más que coger el plumerillo para ahuyentar al malcriado.
Acaban con la paciencia de un santo y lo hacen renegar como poseído.
Por eso mi paisana Santa Rosa, valiente para soportar dolores, llegó a sufrir -sin refunfuño - las picadas y la orquesta de los alados musiquines. Y ahí va la tradición.
En casa de Rosa hubo un espacioso huerto, donde edificó una ermita para la penitencia. Los pantanales que las aguas formaban eran criaderos de mosquitos, y como la santa no podía pedir a su Divino esposo que alterase las leyes naturales, optó por dialogar con ellos: prometió no molestarlos, y ellos; ni picarle, ni hacer ruido.

Los bullangueritos guardaban compostura, hasta que al levantarse la santa, les decía:
“¡Id a alabar a Dios!”. Y empezaba un concierto hasta que Rosa pedía:
“Ya está bien, ahora vayan a buscar alimento”.
Al anochecer los convocaba, diciéndoles:
“Alaben conmigo al Señor, que los ha sustentado hoy. Y a recogerse, formalitos y sin hacer bulla”.
De visita, los mosquitos se cebaron en la beata Catalina. Y ella, Que no aguantaba pulgas, aplastó al atrevido.
- ¿Qué hace? - dijo Rosa -. ¿Así mata a mis amiguitos?
- Enemigos mortales, dijera yo -replicó la beata.
Rosa suplicó y no hubo zancudo que picara a Catalina.
Frasquita Montoya, beata de la Orden, se resistía a acercarse a la ermita, por temor a los jejenes.
- Pues tres te han de picar, -le dijo Rosa- uno en el nombre del Padre, otro en nombre del Hijo y otro en nombre del Espíritu Santo.
Y sintió la Montoya el aguijón de tres mosquitos.

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