Cuando
Moisés y Aarón llegaron a Egipto, reunieron a todos los ancianos de
Israel, y Aarón les contó todo lo que Dios había dicho a Moisés.
Y Moisés hizo muchos milagros ante el pueblo hebreo.
Los israelitas le creyeron, y se alegraron al saber que Dios había oído sus rezos, y dieron gracias a Dios.
Entonces
fueron Moisés y Aarón a ver al Faraón que gobernaba y le dijeron: Dios
quiere que dejes ir a su pueblo al desierto para que celebremos una
fiesta en su honor.
Pero el Faraón respondió: ─ ¿Y quién es Dios para que yo le obedezca?. No lo haré.
Y
además aumentaré el trabajo de los hebreos, ahora que estén ocupados y
no se les ocurran esas cosas. Desde entonces el Faraón maltrató mucho
más al pueblo de Israel.
Los hebreos estaban angustiados, y fueron a ver a Moisés y a Aarón para decirles que ellos tenían la culpa de todo.
Moisés
rezó a Dios, y le dijo:─ ¿Por qué me has enviado aquí? Desde que
fuimos a ver al Faraón, todavía maltrata más a tu pueblo.
Dios
le contestó: Yo soy Dios. Yo liberaré a mi pueblo de los duros
trabajos que le ponen los egipcios y le llevaré a la tierra que juré dar
a Abraham, a Isaac y a Jacob.
Y mandó que fuesen Moisés y Aarón a ver al Faraón, para decirle que si no le hacia caso, Dios le enviaría castigos.
Así lo hicieron, pero el Faraón no quiso escucharles.
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